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viernes, 12 de julio de 2013

Mío Cid


Hoy le quiera ganar la mano a mi muy entrañable y admirado Señor Temujín.
Lógicamente la dedicatoria es para él.
 Va por ti.

Más o menos hace unos 914 años, día arriba, día abajo   murió don Rodrigo Díaz de Vivar,  “El Cid Campeador” natural de las tierras de Burgos. Se cree murió entre mayo – julio del año del Señor de 1099.
Mío Cid, caballero de Noble cuna, valiente, osado, feroz en la lucha y generoso en la paz fue leal a su Rey más allá del honor.
Representa el ideal caballero del medievo y es aún al día de hoy referente heroico de gallardía, valor, caballerosidad, honradez.
No está claro entre los estudiosos si nació o no en Vivar, si “el Cantar” lo escribió Per Abbat o no, sobre quién le bautizó como Mío Cid, si la “Colada” y la Tizona eran sus espadas o si su caballo era Babieca. En esto último tengo yo la cosa de que sí, de que su cabalgadura nació en la Comarca de Babia donde siempre hubo buenos caballos y de donde a todas luces se ve que proviene el nombre del noble bruto.
Si las leyendas son ciertas o no, la verdad es que me importan un bledo, lo realmente importante de ellas es lo que transmiten y si han transmitido que un caballero juramentó a su Rey ante Dios y sus iguales es que ese hombre existió y fue el referente moral y ético de su época, fue lo que le transmutó en leyenda.
Honor y Gloria a él y sus Caballeros. Tomémosle como ejemplo en estos tiempos de tribulaciones y dolor que nos toca vivir.

En Santa Gadea de Burgos
do juran los hijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las juras eran tan recias
que al buen rey ponen espanto.
—Villanos te maten, rey,
villanos, que no hidalgos;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
traigan capas aguaderas,
no capuces ni tabardos;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
cabalguen en sendas burras,
que no en mulas ni en caballos,
las riendas traigan de cuerda,
no de cueros fogueados;
mátente por las aradas,
no en camino ni en poblado;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
sáquente el corazón vivo,
por el derecho costado,
si no dices la verdad
de lo que te es preguntado:
si tú fuiste o consentiste
en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero
de los suyos más privado:
—Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor,
ni Papa descomulgado.
Jura entonces el buen rey
que en tal nunca se ha hallado.
Después habla contra el Cid
malamente y enojado:
—Mucho me aprietas, Rodrigo,
Cid, muy mal me has conjurado,
mas si hoy me tomas la jura,
después besarás mi mano.
—Aqueso será, buen rey,
como fuer galardonado,
porque allá en cualquier tierra
dan sueldo a los hijosdalgo.
—¡Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no me entres más en ellas,
desde este día en un año!
—Que me place —dijo el Cid—.
que me place de buen grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno
yo me destierro por cuatro.
Ya se partía el buen Cid
sin al rey besar la mano;
ya se parte de sus tierras,
de Vivar y sus palacios:
las puertas deja cerradas,
los alamudes echados,
las cadenas deja llenas
de podencos y de galgos;
sólo lleva sus halcones,
los pollos y los mudados.
Con el iban los trescientos
caballeros hijosdalgo;
los unos iban a mula
y los otros a caballo;
todos llevan lanza en puño,
con el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas
con borlas de colorado.
Por una ribera arriba
al Cid van acompañando;
acompañándolo iban
mientras él iba cazando.

Como diría más de uno...”Con dos Cojones”.