Que estamos viviendo una Guerra a escala global es incuestionable.
Que tenemos de adaptar nuestros conceptos bélicos clásicos a estas
nuevas circunstancias también es incuestionable. No existe un enemigo
definido, no hay un campo o frente de batalla donde dirimir la
contienda. No hay cuerpos de ejércitos, ni batallones ni tan siquiera
una Compañía a la que confrontar.
Es la Guerra de Guerrillas Total y Global. Ayer fue Bruselas, hoy
puede volver a ser Bamaco (Mali) o Richmond (Virginia-USA) ¿Dónde
ocurrirá?
Fabricar un explosivo se explica en la Red. Los componentes se
compran en un supermercado. Fundamentalistas, Locos, Vengadores, de uno u
otro color son abundantes en cualquier parte del mundo. ¿Por qué? Esa
es la cuestión, esa es la pregunta y es más no sabría si es fácil o
difícil de contestar.
¿Qué hacer? Esta pregunta es aún más difícil de responder que la anterior.
Pero una y otra me llevan a pensar en algo simple y sencillo. Desde
el final de la 2ª Guerra Mundial ¿Cuántos períodos de tranquilidad se
han vivido en Oriente Medio?
No creo equivocarme mucho si digo que ninguno. Pero ¿Tenían
repercusión esas guerras y violencias fuera de su entorno? Solo con las
crisis financieras e industriales “programadas” que venimos padeciendo
que el problema se ha agravado, se ha enquistado. ¿Creen ustedes que si
sobrase el trabajo, que si los sueldos fuesen generosos, que si el
Estado del Bienestar funcionase al 100% tendríamos estos problemas y
sucederían estas barbaries?
Pues esa es la cuestión. La ignorancia, el hambre, la necesidad,
traen como consecuencia el fundamentalismo (de todos, hasta de los
propios) y como consecuencia la barbarie... Quiero recordar que en el
libro “El Manuscrito Carmesí” se dice algo así como que “vienen por
nosotros porque vivimos mejor que ellos” Pues estamos en las mismas.
¿Por qué se inmola un terrorista? ¿Por qué no le importa la vida? Pues
no, lo hace por el viejo cuento de que en el paraíso será feliz.
Ya lo dijo Bakunin, el Pueblo tiene tres salidas para su miseria,
dos, la Iglesia y la Taberna, son mentira, la otra es la Revolución.
¡Ustedes mismos! Pero entre la Revolución y el reparto equitativo y
generoso de la riqueza yo prefiero el reparto, aunque sólo sea porque
todos ganan…a pesar de que unos cuantos pierdan algo. Es el viejo
concepto socialista de no queremos terminar con los ricos, queremos
terminar con los pobres.